Pedaleando sin futuro
Todo ello, sin duda, perfecto. Pero, al mismo tiempo, todo ello me hizo recordar que el mismo año en el que nació la Ertzaintza, nació también EiTB, y que, tres largas décadas después, mientras los rectores de la policía autonómica han sido capaces de conservar y ofrecer al público algunos de los hitos instrumentales más representativos de su reciente historia, los responsables de la radiotelevisión vasca no han parecido interesados en demostrar el mismo celo. Resulta evidente, por otra parte, que si en Eibar se ha tenido que exponer una muestra de bicicletas modernas en un museo de armas es, sencillamente, porque no hay un museo de bicicletas que las reciba.
Sin ánimo de ofender ni minusvalorar iniciativa alguna, pienso que, puestos a elegir, el gran público preferiría un performance de televisión y dibujos animados que una muestra de vehículos policiales; e, igualmente, antes un museo de bicicletas que otro de escopetas. Enhorabuena, por tanto, a la Ertzaintza y al Museo de la Industria Armera, pero suspenso tanto a la alta dirección de la radiotelevisión vasca como al conjunto del sector ciclista de Eibar, empresas, aficionados, deportistas y municipalidad incluida.
Me temo que, a estas alturas, EiTB ha perdido la ocasión histórica de conservar, reunir y exponer en un escaparate la realidad tecnológica de su época iniciática, la atmósfera “vintage” de sus primeros estudios y locutorios, los decorados y personajes de sus iniciales producciones infantiles, y el visionado de programas tan épicos como el primero de Nochevieja de 1982 o la histórica retransmisión en directo de la gabarra de 1983. Una pena.
Y me temo, también, que Eibar no tiene ya el punch necesario para plantearse la puesta en marcha del que podría ser el museo de ciclismo de mayor relevancia en Europa y en el mundo. No es fácil encontrar en ninguno de los cinco continentes una historia ciclista total como la de Eibar, como cuna de la fabricación industrial de bicicletas, promotora de diversas pruebas ciclistas de referencia en el calendario internacional y lugar de encuentro de muchos de los corredores más míticos del ciclismo mundial. Más aún, son de inspiración eibarresa algunas innovaciones tecnológicas destinadas a la computarización de tiempos en ciclismo y otros deportes, así como simuladores de rutas y ascensiones a cumbres famosas, que bien podrían engrosar el equipamiento técnico de un museo proactivo y de interés general.
Todo ello con la ventaja añadida de que, al menos en teoría, tanto el museo de EiTB como el de la bicicleta podrían renovarse año tras año, con nuevos contenidos y materiales. A no ser que se produzca un cataclismo, las producciones de ETB se sucederán sin solución de continuidad año tras año y, asimismo, los campeones ciclistas de la actualidad se verán relevados, generación tras generación, como así ha sido en las últimas tres o cuatro generaciones.
Lamentablemente, si nos atenemos a los fallidos museos de EiTB y ciclismo, no parece que el pasado nos preocupe gran cosa. Estamos invadidos por la cultura del “kleenex”, de usar y tirar. En este sentido, hablar de “pedalear el futuro” parece más una boutade voluntarista que una actitud social con algún viso de realismo. Si no somos capaces de conservar y poner en valor nuestro propio pasado, terminaremos resignados a que intereses ajenos nos gestionen el futuro.