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La actitud personal ante la sociedad de la información y del conocimiento

Amatiño 2008/06/26 00:01
La información y el conocimiento son cada vez más fuente de competitividad para un país y vehículo del progreso cultural, económico e intelectual de sus ciudadanos. El conocimiento se genera tras una reflexión crítica y libre, fundamental en un mundo democrático, de los fenómenos naturales, sociales y productivos. Los avances científicos y tecnológicos contribuyen a dotar a todas las personas de una compresión más profunda de la naturaleza y de la sociedad, a construir un tejido productivo moderno y competitivo, así como a gozar de una mejor calidad de vida y de un entorno más sano, enriquecedor y sostenible.

Reconocidos autores sintetizan el ámbito del conocimiento en cinco parámetros básicos: la persona, la  información, el aprendizaje, la red-organización y el norte compartido. Pero, sin duda, el núcleo de la empresa del conocimiento es la persona, único agente que posee la capacidad intelectual de gestionar, coparticipar e involucrarse en el desarrollo de la empresa en la que trabaja y de la sociedad en la que participa.

El conocimiento es un hecho dinámico que resulta de la suma de diferentes vectores. El conocimiento no se nutre sólo de información, sino también de sensación y convicción, talento y persuasión, experiencia y formación, cultura y seducción. El conocimiento es pariente muy cercano de eso que ahora llamamos inteligencia emocional, que es bastante más que una simple acumulación de información.

El conocimiento es el poder, incluso el gran poder, pero siempre que se comparta. La decisión de compartir requiere previamente un espacio de confianza. No cabe compartir nada allí donde reina la desconfianza. El cambio cultural da paso a un cambio estructural y, como derivada, a la organización basada en el conocimiento. Es un proceso que estamos viviendo estos últimos años en el País Vasco. El cambio cultural afecta a las personas, a los equipos y a la organización, mientras que el cambio estructural afecta más a la parte física de la empresa, a cuanto de forma muy reduccionista llamamos “cemento”. El paso es el cambio del cemento al conocimiento, del hardware al software y, más aún, del software operativo a los contenidos programáticos.

Con todo, en la práctica diaria, a pesar de que ya nadie parece dudar de que las personas son la base de la empresa, no es menos cierto que su puesta en práctica sigue siendo aún una asignatura pendiente en muchos entornos tanto públicos como privados de nuestra sociedad. Aunque se han conseguido ya grandes avances, en alguna medida sigue siendo todavía una asignatura en vías de mayores desarrollos.

Según datos del Observatorio Europeo PYMES, prácticamente el 80% de las empresas europeas tiene menos de ochenta trabajadores. En el caso del País Vasco los datos son aún más expresivos. El 99% de las empresas vascas cuenta con plantillas inferiores a 50 operarios y sin consideramos todo tipo de empresas industriales, comerciales y de servicios, la media de empleo por cada centro de trabajo es inferior a 5 personas.

El lenguaje debe ser cada vez más digerible para las pymes. Es preciso desmitificar la sociedad de la información y del conocimiento. Es preciso “domesticar” las tecnologías, no sólo en el sentido de utilizarlas con dominio profesional, sino en el sentido de hacerlas más próximas, de acercarlas al entorno doméstico y familiar. Muchas pequeñas empresas creen que estos términos sólo son propios de las grandes compañías y que introducir la gestión de la información y el conocimiento en una pequeña empresa puede resultar no ya complicado sino, incluso, fuera de lugar. Es necesario, por tanto, adaptar el lenguaje, rebajar la semántica rimbombante, para que tanto el pequeño empresario  como los empleados de centros laborales reducidos entiendan que trabajar basándose en la información y el conocimiento es parte de lo que han venido haciendo hasta ahora, pero de una forma más sistematizada y compartida. Además, se debe cambiar el concepto elitista del trabajador del conocimiento e incluir en el mismo, también, al trabajador manual, como conocedor y gestor de su ámbito de trabajo. Tanto más cuando todo apunta hacia la paulatina desaparición de la clásica división entre el grupo de los que sólo piensan y el de los que sólo trabajan manualmente. En la empresa de la información y del conocimiento, en parangón con la sociedad de la democracia, que no es otra que la sociedad de la confianza recíproca --y, en nuestro caso, incluso de la indulgencia mutua--, todos piensan y todos trabajan. Es decir, todos aportan, todos aportamos, nadie sobra.

En el siglo XXI y ante un entorno cada vez más cambiante, en el que la única certeza es la incertidumbre, la gran fuente de ventaja competitiva la constituyen la información y el conocimiento. La información y el conocimiento compartidos en la mutua confianza. Y esto vale para el ámbito empresarial, para el ámbito social e, incluso, para el ámbito político, que no es otra cosa que la mejor gestión de la cosa pública.

EIBAR herriaren arima. Revista popular. III Época - Año 56 - Número 84 - 2008ko uda

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