Homenaje a Iñaki Goenaga
A finales de la década de los noventa me tocó intervenir ante una treintena de jóvenes sobre las posibilidades de empleo en un futuro próximo. Era evidente que, con más o menos ahínco, todos pretendían un puesto de trabajo. Recuerdo que, en medio del debate, llegué a plantearles: “Bien, se entiende que todos persigáis un empleo, lo más acorde con vuestra formación y lo mejor remunerado posible. Se trata de una expectativa legítima y razonable, pero vuestras posibilidades de conseguir trabajo aumentarían si, cuando menos, uno de vosotros estuviera dispuesto a instalarse por su cuenta y ofrecer trabajo a los veintinueve restantes. ¿Hay entre vosotros alguien dispuesto a emprender su propio proyecto y a crear puestos de trabajo para los demás?”
El silencio fue absoluto. Quince años más tarde, es de suponer que muchos de aquellos jóvenes habrán encontrado trabajo tras finalizar sus estudios y no sabemos si alguno de ellos se habrá establecido por su cuenta. Lo cierto es que las nuevas generaciones no se han formado precisamente en los valores de la aventura, el riesgo y el compromiso que se requieren para emprender un proyecto empresarial, valores que tanto caracterizaron a la generación de sus abuelos.
En los años sesenta teníamos en Eibar más empresas y empresarios que los que podía absorber el propio entorno municipal. Durante años salieron de aquí, especialmente a Vitoria y al Duranguesado, decenas de empresas que se llevaron con ellas miles de puestos de trabajo. Fueron tiempos en los que sobraba trabajo y faltaba espacio. No recuerdo que nadie se percatara del riesgo de aquel éxodo empresarial y laboral. Lo que abunda termina por no ser valorado, por lo menos hasta que empieza a faltar y se convierte en un bien escaso. Si a ello añadimos un claro desapego respecto al sector industrial, como si se tratara de una actividad obsoleta a superar, y una sobrevaloración del sector de servicios como apuesta de futuro, el resultado no podía ser otro que el que nos lo hemos merecido. Hoy sabemos que la industria ofrece empleos más cualificados y de mayor calidad, que las sociedades industriales aguantan mejor la crisis y que, una vez destruido, el empleo industrial es muy difícil de crearlo.
Tampoco la figura del empresario entraba en los cánones de lo que se entendió como modelo a seguir. Recuerdo que de chavales era de dominio público el dicho de “vive como un cura”, para referirse a aquellas personas, no precisamente muy laboriosas, que sin mayor esfuerzo conseguían alcanzar una existencia plácida, sin grandes preocupaciones y con puesto de trabajo asegurado de por vida. No seré yo quien diga que la vocación sacerdotal es de las más difíciles, pero es evidente que tampoco debe ser de las más fáciles y placenteras. La prueba es que nadie quiere ser cura. Con los empresarios viene a pasar algo por el estilo. Se habla de ellos como si gestionaran un auténtico chollo, pero luego resulta que nadie quiere ser empresario. Algo no coincide.
Viene todo esto a cuento de la crítica realizada por Jesús María Iriondo, presidente de IK4-Tekniker, quien, en el acto de homenaje a Iñaki Goenaga, con ocasión del décimo aniversario de su fallecimiento, denunció públicamente la grave carencia de líderes y empresarios que sufre en la actualidad el País Vasco en general y el habitat eibarrés en particular.
Iñaki Goenaga apenas tenía 23 años cuando se inició como profesor en la Escuela de Armería, allá por 1967. Dos años más tarde ya era el jefe del laboratorio y, a finales de la la década de los setenta, uno de los pioneros que asentaron los cimientos del Sistema Vasco de Ciencia y Tecnología por el que apostó el Gobierno Vasco surgido de las primeras elecciones democráticas. En 1981 constituye la fundación del centro tecnológico Tekniker, a principios de la década de los noventa se implica en el desarrollo económico-industrial de Debabarrena y en 1999 promueve la corporación para el fomento y desarrollo de empresas tecnológicas.
Iñaki Goenaga fue un tecnólogo e investigador comprometido con su entorno vital y profesional, pero también soñador, emprendedor, líder y aglutinador de voluntades. Probablemente uno de los agentes empresariales más importante de Eibar en las últimas tres décadas.
Seguro que Iñaki hubiera podido desarrollar una labor más o menos parecida fuera de Eibar, pero es evidente que difícilmente hubieran podido surgir entre nosotros proyectos fundamentales como Tekniker de no haber contado con el liderazgo y la impronta personal de Iñaki Goenaga.
Iñaki nos recordó una y otra vez la importancia de la formación, de la investigación, de la empresa y del empresario, del esfuerzo y del trabajo bien hecho. Iñaki era muy consciente de que, hoy por hoy, el único invento susceptible de generar puestos de trabajo es la empresa, y que para constituir empresas hacen falta emprendedores.
Iñaki era de los que no se resignaba ante la fatalidad, de los que tienen visión de futuro y empuje de presente. Iñaki era un ideólogo en el mejor sentido de la palabra, estaba en posesión de un sistema de ideas y valores bien estructurado. Estaba tan seguro de que nadie es imprescindible como de que nadie lo va a hacer por nosotros. Tenía algo que parece escasear cada vez más: ilusión por el desarrollo humano en todas sus facetas. Iñaki nos dejó cuando más le necesitábamos.