El trabajo femenino en 1962
Además de las consabidas presentaciones de las autoridades del momento, tampoco faltaron las colaboraciones de intelectuales, escritores, periodistas, cronistas y publicistas de la época, como Julián Marías, José Luis Martín Descalzo, Carlos Santamaría, Ramiro Pinilla, Jenaro Garate, José María Donosty, Julio de Sarasua, Pedro Celaya, Juan San Martín o José de Arteche, quienes desde su personal perspectiva más vital que ideológica (eran tiempos poco propicios para posicionamientos políticos confesos) nos dejaron el reflejo de una sociedad en la que muchos de los valores que, por básicos y elementales, hoy apenas apreciamos eran en aquel tiempo más deseo que realidad.
La evolución más radical
Entre ellos destaca el artículo Unas consideraciones acerca del trabajo femenino, de José de Arteche, en las que el prolífico periodista guipuzcoano observa con interés e incertidumbre la entonces incipiente incorporación de la mujer en el mundo laboral: “La mujer trabaja en actividades que hasta hace poco parecían reservadas exclusivamente al hombre. Mirando el porvenir sin prejuicios, al trabajo femenino, por lo menos en países de cierto desarrollo, se le ofrecen perspectivas que cada día será preciso tener más en cuenta. La creciente carencia de servicio doméstico tiene mucho que ver con esa realidad”.
José de Arteche intuía en 1962 los cambios revolucionarios que se avecinaban: “Puede que esta nueva e insospechada versión que equipara el trabajo femenino al trabajo del hombre signifique la evolución más radical de nuestra sociedad <...> El trabajo no distingue de sexos, pero el trabajo de la mujer rompe un equilibrio milenario; toca, acaso, con un aspecto Sacral de la vida social”.
La gran aventura
El periodista intuye la radicalidad del cambio: “El trabajo, que introduce a la mujer brutalmente en el mundo de los hombres, contacta asimismo violentamente con lo más profundo de nuestra manera de ser. Pocas aventuras más trascendentales en el mundo moderno que ésta de lanzar a la mujer masivamente al mundo del trabajo”.
Considera además, que la mujer no lo hace por gusto, sino por razones más prosaicas: “Pero no se trata, por lo general, de ninguna mística de la emancipación. Pura y simplemente, en la mayoría de los casos, son motivos económicos los que empujan a la mujer al mundo trabajador”.
E incluso le augura a la mujer un duro futuro: “El progreso técnico y el progreso social permiten en muchos sitios reducir la jornada de trabajo hasta límites insospechados hace algunos años, pero no ocurre lo mismo con la mujer trabajadora, sobre todo si es casada. Esta necesita añadir un plus de trabajo casero, muchas veces agotador, a su labor profesional”. Y se atreve a adelantar el futuro: “Las responsabilidades familiares pesaban –y siguen pesando y pesarán— particularmente sobre las espaldas de la mujer”.
El hombre y la mecanización hogareña
Pero Arteche advierte en 1962 las ventajas de la revolución tecnológica: “La maquinización de muchas labores del hogar es hoy una feliz realidad”. Y añade: “Puede que este aspecto haya derribado otro gran obstáculo. La mecanización hogareña destruye bastante imágenes del hombre considerado como señor inapelable de la casa. El hombre, al margen de ciertos quehaceres, está hoy obligado a participar de las labores de su hogar, sin sentirse por ello desvalorizado en lo más mínimo. Hay ciertas discriminaciones laborales que deben desaparecer en el seno de las familias. Un marido necesita de modo elemental ayudar a su esposa. Es obligado dar sentido a la mecanización del hogar”.
Era 1962. José de Arteche fue sin duda un adelantado a su época. La cuestión hoy, en 2008, es saber sin son muchos o pocos los atrasados a su época.
EIBAR Herriaren arima. Revista popular. Año 56 - Número 83
Rosario Iriondo, Angelita Zubia, Rosarito Goenaga, Begoña Zezeaga, Amaia Paredero, Juanita Albizu, Alizia Loiola y Joxepa Aurtengua (Elgeta), el 23 de mayo de 1954, en la despedida de soltera de una de ellas. Fue la primera generación que, en palabras de José de Arteche, "mecanizó el hogar".