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De cuando todos jugábamos a pelota

Amatiño 2014/03/23 22:45
A raíz de la publicación del libro “La pelota según Miguel Gallastegui”, más de un compañero de trabajo ha llegado a mostrarme su sorpresa al verme relacionado con una modalidad deportiva presuntamente alejada de cuanto se me supone como periodista. Algo así como si me hubiera metido en patio ajeno, por la puerta de atrás y sin previo aviso.

Puestos a sorprenderse, a mí me sorprende que haya quien se sorprenda. Por un lado, no parece que para contar la vida y milagros de alguien sea condición previa compartir aficiones con el biografiado. Por otra parte, quizá habría que recordar que prácticamente todos los chavales que nacimos en la década de los cuarenta aprendimos a jugar a la pelota antes de hacer la Primera Comunión. Y, además, a estas alturas de la televisión, tampoco parece que sea necesario ir todas las semanas al frontón para mantener una mínima afición pelotazale.

Por lo que veo alrededor, la práctica de la pelota no está entre las preferencias de las nuevas generaciones. La oferta deportiva actual es extensa y la pelota no consta entre las más cómodas y agradecidas. Por el contrario, en los años 40 y 50 el fútbol, la pelota y la montaña cubrían todas nuestras expectativas deportivas. El balonmano no llegó a Eibar hasta la década de los 60 y las referencias al baloncesto tenían más que ver con el espectáculo circense de los Harlem Globetrotters que con el deporte de recreo.

Es más, uno de nuestros planes para los jueves por la tarde (los sábados no se libraba) y domingos consistía en ir al monte para seguir jugando al fútbol y a la pelota. Fútbol, en Estixa y Urki, y pelota, en Arrate. Y cuando nos quedábamos en el pueblo lo más socorrido era jugar al fútbol en Txantxa Zelai y a pelota en el Frontón Viejo.

Eran tiempos en los que incluso nos hacíamos nuestras propias pelotas (núcleo de goma, forrado de lana, hilvanado para que no se deshiciera el ovillo y todo ello recubierto por encima con “esparatrapo”), no en vano los precios de las que se vendían en la tienda de María Hospittal estaban por encima de nuestras posibilidades.

Aunque a alguien pueda sorprender, tengo la impresión de que la pelota ha estado siempre muy presente en mi vida. Y no por buscarla, sino por encontrarla a cada paso. Yo tuve la suerte de conocer personalmente a Miguel Gallastegui cuando, siendo campeón manomanista, cenó en alguna ocasión en el Kerizpe. Más tarde, de novios, era todo un plan ir al frontón, a Bergara. Después, como director de ETB, me tocó negociar con las empresas el primer contrato-programa de retransmisión de partidos en directo, y llegué a compartir presidencia con Fidel Castro (le saqué foto) en los Campeonatos Panamericanos de La Habana (1990),  donde nuestro realizador Fernando Lopetegi puso su “know how” al servicio de las retransmisiones de pelota. Y, puestos a decirlo todo, el gran homenaje que en Eibar se le ofreció a Gallastegui en 1998, no lo organizó ni la Diputación ni el Ayuntamiento, sino la Mancomunidad de Debabarrena a iniciativa de su presidente.

De blanco

No voy a decir que los nacidos en los años cuarenta jugábamos a pelota mejor que ninguna otra generación, pero no recuerdo a nadie de aquella época que jugara mal del todo. No era cuestión de mérito personal, sino de normalidad social.

A modo de anécdota, recuerdo que, en 1963, éramos en el colegio de Oronoz alrededor de una docena los alumnos originarios del valle del Deba y destacábamos en pelota por encima de la media. Todos los años se celebraban los campeonatos del Baztan, de donde, entre otros, salieron pelotaris de primera como los hermanos Vergara, Marcelino y Salva. El colegio acostumbraba a presentar a sus mejores y aquel año, dentro de la categoría de 15-17 años, la pareja elegida la constituyeron –si mal no recuerdo— el placentino Juan Mari Arizaga “Txatua” y el eibarrés Mikel Larrañaga, quien quince años más tarde llegaría a ser nuestro alcalde. Para evitar posibles bajas, el reglamento exigía la nominación de un reserva y fui yo requerido para cubrir el expediente.

Ocurrió lo que el reglamento contemplaba por experiencia. Mikel se encontró con la gripe encima y yo tuve que cubrir su ausencia vestido de blanco. Finalmente, gracias sobre todo al buen hacer y saber del “Txato”, conseguimos llegar al cartón 22.

Mikel recuerda (yo, no) que, nada más terminar el partido, subí a su celda todo sofocado y, en plena emoción, le dije: “Irabazi ein juagu”. Y es que para ganar a pelota en el Baztan había que saber un rato.

Fidel Castro

"Mi Comandante, le importa que le saque una foto?" Fidel Castro ante la cancha. Campeonatos Panamericanos. de La Habana, 1990


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