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Aprender euskera por amor

Amatiño 2012/01/04 22:00
Hay mucho vasquito, super-abertzales y demás, que creen que el euskera hay que aprenderlo para salvar la patria o complicar la existencia del enemigo. Ana nunca llegó a esos niveles de confusión ideológica. Hizo lo que creyó que tenía que hacer. No por militancia sino, simplemente, por amor.

Mi amatxo, Aurora Mendizabal, acostumbraba a decir con ironía que ella aprendió a comer macarrones por amor. Macarrones con tomate fue lo que le sacaron a la mesa el día en que mi padre (33 años) llevó por primera vez a casa a su novia Aurorita (21 años). Para entonces mis abuelos paternos habían fallecido y fueron mis tíos Venancia Aranberri y Patxi Errasti quienes oficiaron de futuros suegros.

A mí siempre me sorprendió que a mi madre no le gustaran de joven los macarrones. Aunque nos resulte increíble, al parecer no era hace 70 u 80 años un plato tan socorrido como ahora. Cabe también pensar que la tía Venancia se esforzó en preparar algo especial, tanto más cuando 1941 no era precisamente año de abundancia.

Sea como fuere, lo cierto es que Aurorita Mendizabal hizo de tripas corazón y comió sin rechistar los macarrones que le sirvieron y, años más tarde, nos enseñó también a sus cuatro hijos a comerlos como Dios manda. Cosas del amor y del sentido común.

La que fue mi novia, Ana Ascargorta, tampoco olvidó nunca el primer día que, en 1969, vino a comer a casa. Y no precisamente porque mi madre nos sirviera macarrones, sino porque, salvo las preguntas de rigor dirigidas a ella, toda la conversación familiar que mantuvieron mis padres con sus cuatro hijos fue en euskera. Como un día más, ni más ni menos. Normalidad absoluta.

No fue necesario que nadie le explicara nada. Ana recibió el mensaje, lo entendió y lo asumió. Aunque nacida en Bergara, de padres euskaldunes, por las razones que se pretendían como normales en los años 40, 50 y 60, ella no era capaz de decir dos palabras seguidas en euskera. Era una señorita bien educada en el ninguneo del euskera, pero le bastó un almuerzo para convencerse de que obras son amores y no buenas razones. Cinco años más tarde, tenía ya tres hijos que nunca se percataron de que su madre no sabía euskera cuando los parió.

Ana --“la señorita Ascargorta” que pintó Simón Arrieta en 1964-- jamás tuvo en sus manos una gramática vasca, ni abrió diccionario alguno, ni llegó a leer dos líneas seguidas en euskera. Pero lo aprendió como en Francia los niños aprenden francés (“Admiróse un portugués de ver que en su tierna infancia todos los niños en Francia supiesen hablar francés…”). Al mismo ritmo que sus hijos, sin apenas aparente esfuerzo, a costa de escuchar y repetir, y sin plantearse nunca si lo que estaba aprendiendo era fácil o difícil, conveniente o no, necesario o menos.

Hay por ahí mucho eibarrés de “pata negra” convencido de que el eibartarrismo consiste en cantar rancheras, ir a Ipurua los domingos y tomarse un caldo en Arrate. Ana apenas cumplió con ninguna de las tres condiciones fundamentales, pero cuando volvía de visita a Bergara le decían: “Ahí va, pero si estás hecha una eibartxarra!”.

Hay mucho vasquito, super-abertzales y demás, que creen que el euskera hay que aprenderlo para salvar la patria o complicar la existencia del enemigo. Ana nunca llegó a esos niveles de confusión ideológica. Hizo lo que creyó que tenía que hacer. No por militancia sino, simplemente, por amor.

Hay también gente venida de más lejos que Bergara, gente que presume muchas veces de rojilla,  de progresista,  de ilustrada. Gente que cree que la educación, la solidaridad y la modernidad consisten en que los demás les hablemos en la única lengua que ellos saben. Ana era conservadora y de derechas de toda la vida, pero tenía claro que conceptos como la paz y la no agresión, el orden y el respeto al fondo y a la forma son universales, y que  hay que empezar por aplicarlos en el entorno de uno mismo.

Una vez le dije: Nunca he entendido la facilidad con que tú aprendiste euskera en un pueblo en el que todos dan por hecho que es difícil e innecesario. Y me contestó: Y… ¿tú me lo preguntas?

Amana Ana 4

"La señorita Ascargorta". Simon Arrieta, 1964

Josu Txintxurreta
Josu Txintxurreta dio:
2012/01/14 19:10

Ados nago Luistxo eta Saoiarekin. Oso textu ederra. Maitasun usaina daukalako. Batetik Anak emon zuen maitasunaren usaina, baina bestetik eta batez ere, Anari emon zenioten eta emon zenion MAITASUN usaina textu osoan agertzen dalako. Eskerrik asko Amatiño horrelakoak idazteagaitik.

Luistxo
Luistxo dio:
2012/01/05 15:43

Ondo idatzia. Eta polita.

Saioa Zubizarreta
Saioa Zubizarreta dio:
2012/01/12 14:44

Ederra. Idatzitakoa eta, batez ere, Anaren jarrera.

Anonimoak dio:
2013/04/26 09:13
Bai, textu politta, bañe eztot uste eibarttarra izatia euskera soilik jaittia dala.
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