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Iparralde al pil-pil

amat 2006/06/16 16:13

El éxito de público del partido de la Copa de Europa jugado el pasado mes de abril en Anoeta, entre el Biarritz Olympique y el Bath inglés, y la multitudinaria celebración semanas más tarde, en el lago de Senpere, de la fiesta Herri Urrats a favor de las ikastolas, son dos acontecimientos cuya explicación va más allá de las razones de buena vecindad. Es evidente que algo se mueve en Iparralde.

Hay muy pocas dudas de que la consolidación de la paz a este lado de la muga pueda convertirse en el mayor acicate para la profundización del sentimiento vasquista allende el Bidasoa. La desaparición de la violencia va a terminar socialmente con los recelos que existían con respecto a Hegoalde y, en términos políticos, va a acabar con la coartada de quienes se escudaban en la existencia de la violencia para insistir en el inmovilismo. Tanto más en un contexto donde la crisis de la V República puede abrir el debate sobre el modelo territorial de Francia.

Mientras tanto, los ciudadanos de Iparralde han sido testigos de excepción del desarrollo social, económico, cultural, lingüístico y de todo orden acaecido a este lado de la muga en los últimos 25 años. Hemos pasado de ir nosotros allí a hacernos con platos de cristal duralex y lauburus clandestinos, a que ellos vengan a aquí de compras, a visitar el Guggenheim, o a que el Biarritz Olympique juegue "en casa", en Anoeta, sus eliminatorias oficiales de la copa de Europa de rugby.

El cambio experimentado es algo más que estético. No es sólo que los pelotaris profesionales de Iparralde compitan en los frontones de este lado y sus seguidores los vean en ETB, es también que las empresas mercantiles de Iparralde ven con envidia indisimulada las ayudas e incentivos de las instituciones vascas a los sectores económicos de aquí, mientras ellas se tienen que dirigir prácticamente para todo a Paris. Y esta proximidad de la Administración Pública vasca, paralela a la lejanía de la francesa, vale para los sectores de la enseñanza, la cultura, la lengua, la sanidad, los servicios sociales, la investigación, las infraestructuras o los medios de comunicación.

Hace unas semanas, el prestigioso diario económico francés «Les Echos» (12 y 13 de abril de 2006) ofreció un reportaje de cuatro páginas sobre el desarrollo económico del País Vasco con un título sumamente expresivo, «España: la receta del milagro vasco», seguido de un corto preámbulo o presentación: «Después de afrontar una crisis extremadamente profunda, la región autónoma vasca de Euskadi ha modernizado su aparato económico y renovada la vía del crecimiento. Esta renovación se apoya sobre una estrategia voluntarista y se nutre de una fuerte cultura identitaria. Todo ello ha sido posible por la libertad de decisión de la que se benefician las autoridades del territorio y que el gobierno local desea seguir incrementando, a pesar de la oposición de Madrid».

Pero, con todo, el milagro vasco no radica únicamente en el cambio real habido en Hegoalde en los últimos 25 años, sino también en el cambio de la percepción mediática que de nosotros se tiene en Iparralde. Hace apenas muy pocos años, quienes allí se atrevían a cantar las excelencias de nuestro desarrollo económico era poco menos que tachados de extremistas y nacionalistas radicales, mientras que ahora el devenir de la comunidad autónoma de Euskadi es presentado por la prensa económica de Paris como un modelo de referencia a seguir. Todo ello supone un cambio revolucionario en los esquemas mentales de la ciudadanía de Iparralde. Y es que ya lo dicen hasta en París, en la capital del jacobinismo del XVIII y del colbertismo tradicional del XVII.

Lo explicaba recientemente el alcalde de Sara, Jean Aniotzbehere: «En 1977 el nacionalismo era tabú. Era para nosotros un asunto de esos "salvajes de españoles". Pero, poco a poco, tras una información objetiva de los acontecimientos, la gente ha evolucionado. Hoy, la imagen de Hegoalde se corresponde con la política pacifista del nacionalismo institucional, su capacidad de gestión y su apertura al exterior. Y todo ello suscita el interés y la consideración de los jóvenes.»

En similares términos se ha manifestado públicamente la alcaldesa de Senpere, Marie Christine Bessonart, y más sorprendió aún el propio presidente del Consejo General de los Pirineos Atlánticos, Jean-Jacques Lasserre, cuando, además de presentarse por primera vez en la fiesta del último Herri Urrats, aseguró en su intervención pública que el futuro pasa por la profundización de las relaciones entre ambos lados de la muga. Alguien dirá que esas propuestas políticas acostumbran a buscar cierto apoyo electoral. Evidente. Pero ahí radica precisamente el gran cambio: que el presidente del Consejo General acuda por primera vez a una fiesta reivindicativa del euskera convencido de que eso es políticamente correcto y trate de rentabilizarlo para sus propios intereses electorales.

En este contexto no sorprende la oportunidad de la plataforma Batera, interesada en la consecución de 46.000 firmas (el 20% de la población del País Vasco francés y el Béarn) en apoyo de las cuatro grandes reivindicaciones históricas: Departamento vasco, oficialidad del euskera, cámara agrícola vasca y relación institucional con Hegoalde.

A todo ello hay que añadir que, así como no en 1979, el Reino de España pertenece ya a la Unión Europea desde 1986. Ello significa que las fronteras han desaparecido y que a ambos lados de la muga compartimos moneda y mercado. De esta forma, no es aventurado afirmar que ya nada volverá a ser como antes. El único "pero" es que, en el camino, hemos dejado de aprender francés.

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