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Joyce & Saizarbitoria

Mikel Hernandez Abaitua 2009/04/30 10:21
Mikel Hernandez Abaituak kolaborazio berri bat bidali digu, eta guk, beti bezala, oso gustura hartu dugu gure inoizkarian; oraingoan, Deustuko Unibertsitatean berriki eskaini duen hitzaldi baten testua, James Joyceri buruzko kongresu batean. Hitzaldia gaztelaniaz eman zuen, eta hala jasotzen dugu guk hemen. / En esta colaboración, que nos ha enviado el escritor Mikel Hernández Abaitua, se aborda, entre otros asuntos, la cuestión de la influencia de la novelística anglosajona modernista y, sobre todo, de James Joyce, sobre el escritor vasco Ramon Saizarbitoria, una influencia que, según Hernández Abaitua, es probablemente mayor que la de los autores del Nouveau Roman francés con los que se le solía relacionar.
Joyce1939

 JOYCE Y SAIZARBITORIA

  Mikel Hernández Abaitua

[2009ko apirilaren 24an Deustuko Unibertsitatean irakurria James Joyceri buruzko kongresuan]

         Hace demasiados años, cuando era estudiante de Filología Vasca en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto, el profesor Txuma Lasagabaster invitó a Ibon Sarasola para que nos hablara de la obra de Ramón Saizarbitoria, un escritor casi neófito entonces, que se había hecho famoso en la literatura vasca el año precedente, además de por su indudable calidad literaria,  a causa de que la policía había secuestrado su segunda novela y él llevado a juicio por la misma, allá por el año 1976, después de morir Franco y en plena transición hacia la democracia. Cuando leí las dos primeras novelas de Saizarbitoria me quedé fascinado. Eran muy modernas y a la vez provocaban un gran placer estético que no esperaba de ningún modo encontrar en la literatura vasca. Yo entonces no tenía mucha idea de literatura moderna anglosajona o francesa, y muy poco de la vasca en general; casi todo lo que sabía del tema lo había aprendido en la asignatura de Literatura Española del bachillerato. En la carrera de Filología Vasca de entonces no se daba mucha literatura (aunque la poca que nos enseñaron estuvo a cargo de profesores excepcionalmente buenos), pero tuvimos la suerte de que al año siguiente, por razones más económicas que académicas, nos juntaran con los estudiantes de Filología Hispánica para que la profesora Rita Gnutzmann nos impartiera una asignatura de literatura en la que estudiamos a V. Woolf, W. Faulkner, J. Joyce, John Dos Passos, M. Butor, N. Sarraute y A. Robbe-Grillet entre otros. Entonces comprendí de dónde venía la literatura de Saizarbitoria, y me dije que algún día escribiría una tesis doctoral sobre el tema. Pero pocos meses después y durante los siguientes años esta literatura me resultó tan inspiradora que comencé a escribir y publicar mis propios relatos y novelas y la idea de esa tesis doctoral fue aparcada durante bastante tiempo, y yo mismo pensé que nunca la escribiría, hasta que hace pocos años retomé el proyecto y lo pude llevar a cabo satisfactoriamente. Entre tanto, por una serie de casualidades y vicisitudes muy caprichosas y divertidas sobre las que no puedo aquí hablar por falta de tiempo, conocí y llegué a hacerme muy amigo de Ramón Saizarbitoria, lo que en el País Vasco significa hacer bastantes cenas y beber no pocas cervezas juntos, y esto último ya empieza a tener algo que ver con Joyce y los irlandeses. Así que cuando me propusieron esta pequeña comunicación lo primero que hice fue llamarle para ver si podía ayudarme con alguna idea. Como es habitual en él, dada su extrema timidez y humildad, la idea se le antojó absurda, ya que él se sentía demasiado insignificante para ser comparado con Joyce. Entonces le amenacé en broma con ampliar el tema de la comunicación y titularlo como “Joyce, Saizarbitoria y yo” lo que evidentemente sonaba aún mucho peor, tras lo cual nos pusimos a reír a dúo, en medio de la calle como estábamos. Luego me dijo que no creía tener demasiada influencia de Joyce, y que había muchos autores que le gustaban más. “Pero, Ramón”, le dije asombrado, “si yo te he oído durante muchos años hablar maravillas de Joyce. Además, ¿es que ya se te ha olvidado por qué le pusiste de nombre Molly a aquella perra tuya que tanto querías? ¿Por qué casi todas las esposas de tus protagonistas se llaman Flora, es decir Bloom?” No olvidemos que Leopold Bloom figuraba con el pseudónimo de Henry Flower en la lista de su estafeta de correos. Esto se debía, como todos los joyceanos saben, a que era hijo de un judío húngaro, Rudolf Virag, que al llegar a Irlanda cambió su apellido por Bloom, porque “virag” en húngaro significa “flor” o “floración”.

“Bueno, pues no es que me haya olvidado de mi bella lakeland, pero en el momento no he caído en la cuenta”, me dijo más o menos. Y es verdad que Saizarbitoria siempre anda diciendo que tiene muy mala memoria, lo cual es una exageración, y que sobre todo no le interesa mucho recordar nada de lo que ya ha publicado, lo cual es cierto. “Una cosa es la admiración”, prosiguió, “y otra muy diferente, que mi literatura haya sido realmente influenciada por la del irlandés”.

Saizarbitoria

Entonces comencé a darle una serie de detalles que son, entre otras cosas, los que os voy a contar hoy aquí a vosotros. Mientras se los iba mencionando, él asentía con la cabeza y decía quedamente, “pues sí, eso sí”, “pues es verdad, eso también”. Al final añadió entre risas: “pero recuerda que yo no estoy tan loco como él, y sobre todo, a mí no me interesan en absoluto sus neuróticos juegos de palabras”. Curiosamente, al día siguiente recibí un e-mail de Saizarbitoria que traducido del euskara venía a decir lo siguiente: “Pensando en lo que me dijiste ayer acabo de recordar que no sólo le puse de nombre Molly a aquella bella lakeland, sino que además bauticé mi velero con el nombre de James Joyce”. Omito la altisonante palabrota admirativa que sigue a continuación en castellano, tras lo cual el e-mail continuaba así: “En cierta ocasión fui con unos amigos en mi velero hasta Donibane”, es decir a San Juan de Luz, en el País Vasco  francés, “y nada más atracar, un tipo de la aduana vino apresuradamente a pedirnos los papeles. Yo no tenía nada, ni permiso de navegación, ni título de piloto, ni rol ni nada, todo se me había olvidado en casa. Faltaba incluso el nombre de la embarcación en la popa. Cuando el funcionario comenzó a pedirme datos para la elaboración del informe pertinente, me preguntó por el nombre del velero. ‘James Joyce’ le contesté. El hombre levantó una ceja y dijo que era evidente que no teníamos unos gustos literarios muy similares. A continuación nos pusimos a platicar largo y tendido de literatura, y mis compañeros de navegación, que no podían oír de qué estábamos hablando durante tanto tiempo, esperaban mientras tanto un tanto asustados en la embarcación. Hablamos mucho de literatura francesa, y el tipo vio claramente que me gustaba aún más que la anglosajona, así que no me puso ninguna multa. Esta anécdota se me había olvidado totalmente. ¿Curiosa no? Bueno, con esto ya tienes para cinco minutos de tu disertación”.

Al transcribir esto último me he acordado de otra anécdota que él mismo relata en el prólogo de un libro de Joxan Agirre, y que en realidad no sé si realmente ocurrió exactamente tal y como él la narra, porque me da la impresión de que literaturizando la realidad consigue darle, como ocurre con casi todo lo que él escribe, un carácter simbólico. La cuestión es que deambulaba el escritor donostiarra con la anteriormente citada Molly por el casco antiguo de su ciudad cual Leopold Bloom por Dublín, cuando vio que en la liberaría Bilintx, la más dedicada a la literatura y cultura vascas de toda la ciudad y seguramente del País Vasco entero en aquella época, se estaba realizando la presentación de  un libro. Entró en la tienda para ver de qué iba la cosa, cuando se le acercó uno de los dependientes que trabajaban en el establecimiento para decirle que allí no se admitían perros. Entonces Saizarbitoria le contestó muy consternado que no sabía bien a quién estaba expulsando de allí. Es seguro que el dependiente pensó que se había topado con un señor muy engreído y pagado de sí mismo, como se decía antes, que se creía muy importante, cuando en realidad Saizarbitoria no se estaba refiriendo a sí mismo sino a Molly y lo que ella simbolizaba en relación con lo que simbolizaba la librería en cuestión.

Pues como decía al principio de esta pequeña intervención nunca olvidaré la gran impresión que me produjo leer por primera vez la novela con la que Saizarbitoria se estrenó en la literatura vasca, Egunero hasten delako, sobre todo el largo monólogo de uno de sus personajes, que aunque como aprendería más adelante parecía sobre todo inspirado por La Chute de Albert Camus, debía mucho más a James Joyce que al escritor francés, a pesar de que el monólogo en ella utilizado sea más un monólogo exterior que uno interior, un stream of consciousness oralizado, hablado. Efectivamente, el personaje charlatán de Egunero hasten delako parlotea sin parar durante la mitad de la novela y no deja casi ocasión para que lo hagan sus interlocutores. Pero además, las intervenciones de éstos últimos no son reflejadas en el texto. Sabemos que los que escuchan han dicho algo gracias a las propias palabras del charlatán, pero no por la trascripción de lo que ellos dicen. Es claramente un monólogo exterior, fácilmente transformable en uno interior que se parecería mucho a los de Joyce. 

Si es verdad que cuando leí por primera vez a Saizarbitoria literalmente aluciné, ya que no me imaginaba que en la literatura vasca existiera una obra tan moderna como aquella, no es menos cierto que cuando leí La Chute de Camus, Manhattan Transfer  de Dos Passos y el monólogo interior de Molly Bloom al final del Ulises de Joyce comprendí mucho mejor de dónde había salido todo aquello. He de decir además que nada más acabar de leer este último casi comencé a dar saltos de alegría de tanto que me gustó. Años después no me sorprendió por tanto que el propio Saizarbitoria confesara su admiración por el escritor irlandés en una entrevista en la televisión vasca, como tampoco olvidaré nunca (aunque él sí cuando se lo recuerdo) cómo mostró a la cámara una edición sudamericana del famoso monólogo de Molly Bloom como si fuera su joya más preciada.

         No es Joyce seguramente la mayor influencia literaria que podemos encontrar en la obra de Saizarbitoria. También están además de los citados Dos Passos y Camus, Jean-Paul Sartre, Max Frisch, Samuel Beckett, Alain Robbe-Grillet, Michel Butor y Claude Simon entre otros. Son influencias por él proclamadas, y aunque nunca debemos fiarnos de lo que un autor diga sobre su obra, las deudas para con estos autores son evidentes a nada que se analicen un poco los textos del escritor donostiarra. Sin embargo, cuando en el ámbito de la literatura vasca se habla de Saizarbitoria y sus influencias, lo que normalmente se cita es el Nouveau Roman francés más que cualquier otra cosa. Y posiblemente es el propio autor donostiarra el culpable de ese exceso, ya que nunca ha parado de reivindicar a esos escritores franceses. A causa de sus reiteradas muestras de admiración por ese movimiento literario, en mi opinión se ha exagerado mucho su influencia, olvidándose de otras tan importantes como las de los escritores modernistas anglosajones o las de los escritores existencialistas franceses.

         Creo haber demostrado bastante claramente en mi tesis doctoral que los temas y las técnicas narrativas de Joyce, Dos Passos, Beckett (que por cierto, Jean Ricardou no consideraba parte del Nouveau Roman, por razones un tanto peregrinas la verdad), Sartre y Camus son suficientes para entender la primera etapa de la novelística de Saizarbitoria, la más vanguardista. Para entender un poco todo este embrollo de influencias de unas poéticas novelísticas sobre otras conviene a veces recordar la cronología de los hechos literarios, para así mejor comprender la relación que hay entre todos estos escritores que intentaron llevar la novela al terreno de las vanguardias artísticas de la época y por qué le interesaron tanto a Saizarbitoria. En el caso de este escritor, como en muchos de nosostros, en el origen de todo están los abuelos literarios Gustave Flaubert y Henry James, sin olvidar al bisabuelo Laurence Sterne y su Tristram Shandy. También Proust. Luego viene la literatura modernista anglosajona cuyo principal exponente sería James Joyce. Estos autores tienen más influencia formal de lo que a veces se suele recordar en autores como Camus (ya hemos citado anteriormente La Chute) y Sartre, del que muy a menudo se ha recordado la influencia de Dos Passos en su trilogía Les chemins de la liberté, como muy bien apuntó M. Vargas Llosa. Tampoco habría que olvidar que La nausée de Sartre es ya una novela muy antidiegética (en la que por cierto el protagonista visita la ciudad natal de Saizarbitoria), tanto o más que el Ulises de Joyce, aunque menos que Finnegans Wake, y casi tanto como las de Beckett, aunque no llegue a la radicalidad de los postulados de Robbe-Grillet y compañía. Puede sorprender a algunos incluir en esta lista a Sartre y Camus, pero obras como las citadas La chute y La nausée son casi tan antidiegéticas como la primera de Robbe-Grillet y alguna menos antidiegética de Butor como La modification, si bien hay muchos aspectos que las alejan de las de estos autores. Aunque el Nouveau Roman no es un movimiento tan homogéneo como algunos quisieran hacernos creer, sí que es una radicalización de toda la novela experimental anterior. Estos autores reivindican a los escritores modernistas anglosajones entre otros, Beckett incluido. Éste, que con su paso del idioma inglés al francés sería como su puente natural, escribió Murphy muchos años antes de que surgiera el Nouveau Roman, además de que ya tenía acabada su famosa trilogía en lengua francesa para cuando Robbe-Grillet publicó su primera novela. Lo que tienen en común todos estos autores es un deseo de elevar la novela al mismo nivel artístico que la poesía y el teatro de vanguardia, que en su opinión están más a la altura de otras disciplinas vanguardistas como la pintura o la escultura que la narrativa. “El Picasso de la novela” denominó el escritor español Francisco Umbral a James Joyce, y otro tanto podría decirse de Robbe-Grillet y su grupo. Los autores del Nouveau Roman se lamentan de que no haya habido en la novela francesa una revolución modernista como la anglosajona, nada parecido a la experimentada en la poesía francesa con el surrealismo, o en los escenarios con el teatro del absurdo. Pero además intentarán llegar más lejos. Todo ello será magistralmente orquestado por Robbe-Grillet como gran maestro de ceremonias. Una parte de mi tesis doctoral incluye un estudio sobre este movimiento francés, y cuanto más lo estudiaba más datos tenía para desmitificar algunos de sus aspectos. Recuerdo muy bien el momento en que me di cuenta de que aquello tenía mucho más de montaje mediático de lo que en un comienzo había imaginado. Al principio la existencia y reconocimiento del Nouveau Roman no se debió seguramente a los sesudos corolarios de los trabajos de algún crítico o estudioso de la literatura francesa de entonces, a no ser que nos refiramos a Ricardou, parte él mismo del movimiento y su autopromoción (Barthes por ejemplo se manifestó contundentemente contra la idea de una escuela que englobara a ese grupo de escritores, porque en su opinión, muy acertada, sus obras no compartían claramente una misma poética). Ese “mito del Nouveau Roman, como lo llegó a denominar el mismísimo Robbe-Grillet, fue creado por algunos de los propios escritores de ese movimiento literario. Claro, éstas cosas no se inventaron en la posmodernidad. Pero me sorprendió que hubiera sido tan bien planificado por una persona que parecía reivindicar pura y duramente un impoluto arte por el arte. Todavía me sorprendió más descubrir posteriormente en alguna entrevista que el propio Robbe-Grillet se jactara de ese lanzamiento mediático, y confesara públicamente de forma supuestamente irónica y sarcástica que todo aquello lo hizo porque en primer lugar le daba una gran pena que esa literatura que él escribía y tanto amaba fuera tan minoritaria y no la leyera casi nadie. Así que comenzó a pergeñar una especie de manifiestos en favor de la nueva novela, el nouveau roman en minúsculas primero, y después con mayúsculas como grupo, escuela o movimiento literario. Más tarde intentó agrupar a todos sus autores en una sola editorial, Les éditions de minuit, cosa que no consiguió del todo, esforzándose en fichar a autores franceses que habían publicado antes que él, como N. Sarraute o C. Simon, sin olvidar a S. Beckett que ya publicaba en francés. Luego organizó, azuzando para ello a Jean Ricardou, los famosos coloquios de Cerisy-la-Salle. En cierta ocasión Robbe-Grillet llega incluso a bromear sobre su propio apellido, que considera muy sonoro, comercial y mediático, muy apropiado para todo el montaje, e ironiza además con la tradición de la literatura francesa, cuando afirma irónicamente que “ya saben ustedes que siempre se espera de París la creación de alguna corriente literaria”. Además, cuando C. Simon gana el premio Nobel de literatura, Robbe-Grillet llega a afirmar sarcásticamente que éste nunca lo habría conseguido sin todo el montaje mediático del movimiento literario creado por él, cosa de la que estoy absolutamente seguro, por mucho que mis compañeros vascofranceses se me enfaden muy seriamente y el propio Saizarbitoria me acuse entre bromas de destruir su educación sentimental.

         Bueno, pero la cuestión principal es qué demonios tienen todos estos autores en común, y la respuesta, ya lo hemos dicho un poco antes, es un deseo de modernizar la novela, para lo que es fundamental la reforma de la forma y su espíritu experimentalista, aunque sea ésta una palabra que no gustara nada a Robbe-Grillet, como él mismo afirmó en la entrevista que Hasier Etxeberria le hizo hace unos años en el programa literario Sautrela de la Televisión Vasca. Estos autores quieren poner la novela a la altura de las otras artes de vanguardia, y su forma más radical, con permiso del Finnegans Wake de Joyce, es seguramente el Nouveau Roman francés, que arremete contra la figura del personaje psicologista tradicional, contra la diégesis lineal, contra la diégesis misma, que postula una mirada objetiva, fría y no antropocéntrica de la realidad, un arte por el arte casi totalmente deshumanizado, lo que no significa que siempre lo consiga. Y con todo esto que estoy diciendo lo que quiero es llegar a la conclusión de que en contra de lo que el propio Saizarbitoria pueda pensar (y es verdad que parece que está en esa creencia, pues así lo ha manifestado a menudo en público, y algunos críticos lo han repetido hasta la saciedad después), por mucho que él crea que los autores que más han influido en él son los del Nouveau Roman, en mi opinión su obra emana mucho más de los modernistas anglosajones y de Joyce que de los compañeros de Robbe-Grillet, porque la obra de Saizarbitoria, con alguna excepción, no es tan radical como la de éstos (y sin olvidar, como decíamos un poco antes, a los existencialistas franceses).

         No sólo eso. Además veo un paralelismo claro en la evolución literaria de los dos autores. Dubliners y A Portrait of the artist as a Young Man no son obras muy vanguardistas o revolucionarias. Pero Ulysses es ya muy antidiegética, porque no cuenta una historia de forma tradicional, más bien cuenta un mundo lleno de microhistorias, y de ella podríamos decir, recordando el título de uno de los libros de Julio Córtazar, que es más una vuelta al día en 80 mundos que una vuelta al mundo en 80 días, más la aventura de una escritura que la escritura de una aventura, como muy bien dijo J. Ricardou en más de una ocasión. Y Finnegans Wake es ya totalmente antidiegética, lo que se cuenta en ella no es ni siquiera un relato antidiegético. Pues bien, en la primera etapa de la obra de Saizarbitoria podemos observar una evolución similar salvando las distancias. Este autor parte con su primera novela de un estadio más moderno que el propio Joyce. La primera novela del autor donostiarra es muy modernista en sentido anglosajón, pero es todavía muy diegética, y más tradicional de lo que a simple vista parece. En su segunda novela podemos ver más experimentación, menos diégesis, y en ella la realidad está ya presentada como un plato roto, para decirlo con las palabras de C. Simon citadas en alguno de los libros del donostiarra, como los mosaicos modernistas del barcelonés Parque Güell de Gaudí, para decirlo con palabras del propio Saizarbitoria. Y en su tercera novela llega a una poética casi totalmente antidiegética. Curiosamente casi todo el mundo alaba esta obra, pero nadie entiende casi nada. La diferencia entre los dos autores estriba en que la obra de Joyce llega a ese estadio radicalmente antidiegético al final de su vida, mientras que Saizarbitoria llega a ese antidiegetismo muy joven, y luego comienza una vuelta atrás que lo va a llevar poco a poco por caminos cada vez más diegéticos.

Además de todo esto veo una similar literaturización de la autobiografía de los dos autores. Ambos se nutren continuamente de sus experiencias vitales y las de su entorno y familia para crear una obra que es otra cosa, no un simple relato mimético de lo vivido. Su autobiografía es muy importante en su obra como punto de partida para la ficción literaria, aunque esto no significa en modo alguno que lo que cuentan aconteciera así en la vida real, por supuesto.

         Como se ve, hemos comenzado por observar con cierto humor algunas anécdotas que certifican el interés de Saizarbitoria por la figura del irlandés, como su perra Molly o el velero James Joyce. Luego hemos pasado a hablar de la literatura propiamente dicha y a comparar la obra del donostiarra con la del irlandés y con la novela vanguardista en general. Ahora, para acabar, me gustaría también citar  algunos aspectos coincidentes de las personalidades y trayectorias vitales de ambos escritores. Saizarbitoria, al igual que Joyce, fue educado en colegios de frailes católicos, y acabó desarrollando un claro anticatolicismo. Luego también está la gran relación amor-odio para con sus ciudades (mucho más amor que odio podríamos decir) Dublín y Donostia (curiosamente las dos empiezan con la letra “D”) y la importante presencia que tienen en sus respectivas literaturas. Además comparten una postura crítica y pesimista hacia sus países, Eire y Euskadi (curiosamente los dos comienzan con la letra “E”, aunque no sean los nombres que más elegirían ellos seguramente), su cuestionamiento y desconfianza hacia los nacionalismos irlandés y vasco, así como el exilio exterior en Joyce y un cierto exilio interior en Saizarbitoria durante estos últimos años. Además, todo el mundo sabe de los problemas que el Ulises de Joyce tuvo con la Justicia, pero demasiada gente parece haber olvidado que, como dije al principio, la segunda novela de Saizarbitoria era impublicable durante la dictadura franquista y que nada más morir el general Francisco Franco fue publicada pero inmediatamente secuestrada por la policía española y su autor llevado a juicio.

         Por tanto, las coincidencias entre Saizarbitoria y Joyces no son pocas y la influencia de la novelística anglosajona modernista en el escritor donostiarra es probablemente mayor que la de los autores del Nouveau Roman francés (sin olvidar nunca a los existencialistas). He comenzado esta conferencia contando la visita que Ibon Sarasola nos hizo a nuestra aula de Filología Vasca, en la que nos dijo algo que ya había escrito en alguno de sus ensayos y que acabó convirtiéndose en un tópico casi ineludible: que Egunero hasten delako era la primera novela vasca moderna. Ahora algunos críticos pretenden negarlo aduciendo que se hizo una gran injusticia con Txillardegi pues consideran que su primera novela Leturiaren egunkari ezkutua es la que merece tal honor. Tal vez tengan razón, pero no hay duda de que Egunero hasten delako es la primera novela modernista vasca en el sentido anglosajón, o la primera novela vasca radicalmente vanguardista de nuestra literatura.

         Y con esta conclusión doy fin a mi disertación agradeciéndoos encarecidamente vuestra atención.

 

Volgako Batelariak-en oharrak:

-Ramon Saizarbitoriaren argazkia Amaia Linaresena da.

-Mikel Hernandez Abaituak berriki Argia aldizkarian plazaratutako Egunero hasten delako nobelari buruzko artikulua.

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