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La energía nuestra de cada día

Amatiño 2010/05/06 00:05
“Energía y utopía se repelen. La fisicidad de la energía no tolera elucubraciones huecas. La crisis energética está ahí, desafiante, como un mar embravecido que golpea insistentemente los diques económicos de los países. Ante este hecho, sólo cabe la actitud solidaria y disciplinada de todos, para conseguir que la marea energética no acabe por anegar inexorablemente nuestras tierras y nuestras moradas”.

Esta referencia a la crisis energética y al riesgo de que todos terminemos bajo las aguas de un tsunami incontrolable podían haberla hecho Al Gore (Una verdad incómoda, 2006) o Thomas Friedman (Caliente, plana y abarrotada, 2009), pero el párrafo en cuestión está entresacado de un informe del Gobierno Vasco y, aunque pueda sorprender, no es de este año, ni siquiera de este siglo, sino de 1981. Desde entonces, han pasado casi treinta años.

No sé si en estos casi treinta años los gobiernos, las autoridades, los responsables o los “otros”, en definitiva, han hecho o han dejado de hacer algo en materia energética, pero me temo –corríjame el lector si me equivoco— que Vd. y yo hemos hecho bien poco, al menos por iniciativa propia, en todo este tiempo. Seguimos todos como si estuviéramos a las puertas del fin del mundo, del gran holocausto, del último Apocalipsis, convencidos de que el cambio climático ha llegado, el agujero de la capa de ozono está encima y que un día de estos el mar subirá río arriba hasta Azitain; pero nosotros impertérritos, a lo nuestro, haciendo más o menos lo mismo que hacíamos hace treinta años. O quizá más. Es decir, más consumo, más calefacción, más aire acondicionado, más coches, más grandes, más kilómetros… total: esto ya lo arreglarán los gobiernos, que para eso están. Parece como que lo nuestro no consiste en hacer nada concreto, sino simplemente en reconocer que tenemos un problema, del que estamos muy, pero que muy concienciados. Aunque luego ese nivel de concienciación no se materialice en nada.

No hay duda de que tenemos delante un gran desafío energético al que responder, pero no es menos cierto que uno de los grandes retos con los que se encuentra el Gobierno Vasco es la dificultad de movilizar a los ciudadanos para que introduzcan el ahorro de energías en sus hábitos y prioridades. Y esta movilización pasa, sin duda, por una mayor información, una concienciación medioambiental más práctica que teórica, el convencimiento de que los recursos son limitados, una regulación más estricta y establecer el precio de la energía en consonancia. Es decir,  no precisamente más barato.

Información

El derecho a estar debidamente informados es incuestionable. No hay duda de que la Administración Pública nos debe ofrecer cuanta información sea necesaria. Pero, dicho esto, no es menos cierto que también nosotros tenemos la obligación de informarnos. Aquí cada uno se entera de lo que quiere y más le interesa. En plena Sociedad de la Información, ya no cabe escudarse en que “es que a mí no me han informado”.

Conciencia medioambiental práctica

Nadie nos pide que detengamos el deshielo de los glaciares, ni que vayamos de manifestación en manifestación, pero sí nos es exigible que no tratemos la calle como un vertedero, que utilicemos debidamente las papeleras, que compremos las bombillas adecuadas, que las apaguemos cuando no hacen falta, que cerremos el grifo a tiempo, que levantemos el pie del acelerador y cosas así, en general muy sencillas y al alcance de todos.

Recursos limitados y eficiencia

Desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias”. Esta es la definición propuesta por el Informe Brundtland de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Es decir, por si alguien no se ha enterado, la flamante idea de sostenibilidad no es otra cosa que posibilitar que nuestros hijos e hijas puedan disponer de un nivel de vida y de bienestar social equiparable al que nosotros ahora disponemos. En este sentido, ayudaría mucho que hiciéramos lo que nuestros padres y abuelos hicieron, es decir: convencerse de que los recursos (también los públicos) son limitados y actuar en consecuencia. Y, para ello, no basta ya con ahorrar; sino que, además, hay que ser más eficientes.

Una regulación más estricta y un mayor precio

A fuerza de ser sinceros, tenemos que reconocer que muy pocas veces haríamos caso de las señales de tráfico si estuviéramos convencidos de que detrás de ellas no hay un ertzaina, un radar, una multa o una reducción de puntos. A lo mejor, la solución energética pasa por regular el consumo de forma estricta, subir los precios y empezar a poner multas a los que no las cumplen. Sí, suena mal. Pero la experiencia en la movilidad vial nos dice que el sistema funciona. Y, si no queremos aprender de otra forma…

EIBAR. Herriaren arima. Núm. 95 - Mayo de 2010

                     

                                                                Teoria eta praktika

 

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