Eibar y el mundo que nos viene
Me llama Margari Olañeta, la directora de la revista EIBAR, el día de San Juan y me recuerda que en quince días debo entregar mi colaboración para el siguiente número de Arrates. La llamada telefónica me coge leyendo El capitalismo que viene, de Juan Urrutia, y mi pensamiento escudriña por un momento los paralelismos entre el temario que tengo in mente y los intereses propios de la revista EIBAR. A falta de temas más domésticos, el espíritu de supervivencia me lleva a preguntarme si a los potenciales lectores eibarreses les podría o no interesar el libro que tengo entre manos. La respuesta no puede ser más que una: ¿Por qué no? ¿Acaso los eibarreses no somos de este mundo?
Juan Urrutia (Bilbao, 1944), es catedrático de Fundamentos de Análisis Económico y quizá algunos de los más mayores le podemos ubicar en la palestra pública recordando que fue consejero de Educación, Universidades e Investigación de segundo gobierno del lehendakari Carlos Garaikoetxea, hace ya 25 años. Desde entonces no sólo no ha parado sino que, además, ha buscado y encontrado puentes entre la economía, la globalización, la sociedad del conocimiento, y las tecnologías de la información y la comunicación.
Lo cierto es que El capitalismo que viene es un denso ensayo de más de quinientas páginas, algo menos entretenido que su autor, pero que trata con osadía temas muy actuales y se atreve, además, a pronosticar situaciones que van a afectar a todo el mundo, eibarreses incluidos, en los próximos treinta años. Es decir, casi a la vuelta de las esquina. Dentro de treinta años mis nietas se habrán incorporado ya al mundo laboral y no veo razones para que yo no siga enredando por aquí y pueda incluso llegar a conocerlo.
La gran constatación de Urrutia es que lo que entendemos como sistema capitalista se ha quedado solo y sin competencia ni alternativa alguna. Vamos, que tenemos capitalismo para rato y que lo que está en cuestión no es capitalismo-si/capitalismo-no, sino qué tipo de capitalismo.
Acorde con esta idea, Urrutia entiende que la propiedad privada de los medios de producción seguirá siendo una condición sine qua non para el funcionamiento correcto de la economía de mercado. La propiedad privada de los bienes se mantendrá de forma estricta, aunque será más laxa en el ámbito de la propiedad intelectual.
La empresa continuará como motor de generación de riqueza, aunque cada vez serán menos relevantes las distinciones fuera/dentro o cliente/empleado. Con respecto al tamaño de las futuras empresas, convivirán dos tendencias: por un lado empresas cada vez mayores, a modo de grandes planetas. Y, por otro, numerosas empresas en su entorno, como pequeños satélites.
La incidencia de las grandes empresas transnacionales y de la sociedad civil crecerá a mayor ritmo que el de los países, y tendrán un peso creciente en todas las decisiones que se tomen en los mercados mundiales.
Como dijo Daniel Bell: El Estado nación es hoy demasiado pequeño para resolver los grandes problemas del mundo y es demasiado grande para resolver el día a día de sus ciudadanos. En este sentido, se fragmentará el estado, se desgajarán grupos con intereses propios y se constituirá una multiplicidad de jurisdicciones pequeñas coordinadas entre sí por una autoridad superior.
El actual equilibrio existente entre países variará sustancialmente. En veinte años, el PIB de China será superior al de Estados Unidos, el de India superará al de Japón. Asimismo, el PIB del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) será inferior al de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y, junto al liderazgo de estos cuatro últimos estados, el futuro económico pasará por México, Corea, Turquía, Indonesia, Irán, Pakistán, Nigeria, Filipinas, Egipto, Bangladesh y Vietnam.
Si a ello añadimos que la Unión Europea tendrá para entonces del orden de 40 millones de cotizantes menos a la Seguridad Social, que la Comunidad Autónoma Vasca tendrá en 2025 el menor índice de juventud de toda Europa, y que, dentro de Euskadi, Debabarrena está entre las comarcas más envejecidas, lo mejor será que los eibarreses nos vayamos a cantar rancheras a Bangladesh o Vietnam, aunque no sea más que para disimular nuestra propia irresponsabilidad y negro futuro. Llevamos treinta años construyendo más viviendas que generando nuevas industrias y eso no puede tener buen final.
EIBAR herriaren arima. Revista popular. III Época - año 57 - núm. 91