Competitividad de raíces
El nuevo modelo de desarrollo se fundamenta en un proceso acumulativo de construcción territorial del conjunto de los recursos, tanto de las empresas ubicadas como de los demás operadores públicos y privados. Todos ellos se convierten en fuerzas locales de crecimiento e innovación cada vez más globales y, al mismo tiempo, más obligadas a implicarse en el entorno y a adoptar comportamientos de anclaje territorial. En palabras de Michael Porter: "En una economía global, las ventajas competitivas duraderas se basan cada vez más en aspectos locales (saber hacer, relaciones, motivación) que los competidores distantes no pueden igualar".
Los activos tangibles, como la tecnología, el capital, la mano de obra o las infraestructuras, se adquieren y se adaptan de un país a otro, dejando de ser una ventaja competitiva en determinado plazo de tiempo. Por el contrario, son los activos intangibles los que harán posible que una región o país sea diferente al resto, ya que son activos menos "visibles" y más difíciles de imitar o adquirir de otros entornos.
El desafío, por tanto, se encuentra en desarrollar aquellos factores intrínsecos del propio país que difícilmente son trasladables y que suponen la esencia de su ventaja competitiva, como su cultura, su identidad, su conocimiento (tanto de las personas como de las organizaciones), su creatividad, su preocupación social, su nivel de apertura y tolerancia.
Por encima de otras valoraciones coyunturales, el entorno vasco responde a una identidad histórica donde se conjuga la tradición con la innovación. Un país capaz de preservar una de las lenguas más antiguas de Europa y, al mismo tiempo, de construir el Guggenheim Museoa como símbolo mundial de innovación.
Un entorno sugerente, de calidad y competitividad, natural y selecto, con pasado histórico y futuro económico. Un entorno de gran humanidad y alto valor añadido.