Euskal Telebista como ejemplo de integración
Un día como hoy, hace un año, exactamente a las ocho y veinte de la tarde del 13 de diciembre de 2006, el canal francófono de la televisión pública belga interrumpió la emisión en horario de máxima audiencia y uno de sus presentadores más conocidos, con claros síntomas de preocupación pero de forma profesional y circunspecta, anunció la decisión del Parlamento flamenco de proclamar su independencia y escindirse de Bélgica. La primera información de alcance ofreció imágenes del Parlamento de Flandes, así como de entusiasmados militantes flamencos ondeando felices su bandera. El reportaje denunció el paradero desconocido del Gobierno belga y dio cuenta de que la OTAN, con sede en Bruselas, estaba en alerta roja. Recogió asimismo las precipitadas valoraciones de diversos líderes políticos y mostró la grabación del rey Alberto y la reina Paola accediendo a un avión militar para huir con destino al Congo, antigua colonia belga.
Miles de ciudadanos valones pertenecientes a la comunidad francófona de Bélgica creyeron a pie puntillas que la temida separación entre Flandes y Valonia se había finalmente producido y para cuando, a los treinta minutos, la propia cadena aclaró de que todo ello era un montaje en clave de humor, los teléfonos de la RTBF estaban colapsados y amplios sectores de la ciudadanía eran presos de la incertidumbre y el caos.
Luego se supo que un equipo de periodistas de la RTBF había estado preparando el programa durante casi dos años con idea de mostrar ante la audiencia el riesgo real de una hipotética división de Bélgica. Los políticos de uno y otro signo criticaron la supuesta irresponsabilidad de la televisión pero nadie negó la mayor: si la audiencia llegó a creerse la broma fue porque, en el fondo, a nadie le pareció increíble. Lo que en cualquier otro Estado hubiera podido producir hilaridad, en Bélgica --o cuando menos en Valonia-- produjo pavor.
¿Qué pasaría en Euskadi si ETB hiciera algo parecido? Probablemente no tendría mayor trascendencia que la propia de una inocentada más. Una más al estilo de Vaya semanita y poco más. Euskadi no es Flandes, tampoco Valonia. Mucho menos aún, Bélgica.
En la antípoda de la televisión belga
Hay un refrán que dice dime con quién andas y te diré quién eres. En el mismo sentido se podría decir dime qué televisión ves y te diré cómo eres. E, incluso más aún, dime que modelo de televisión tienes y te diré a qué modelo de país perteneces.
No es casualidad que la televisión pública apenas tenga presencia en una sociedad como la de los Estados Unidos de América, donde la privatización de amplios sectores y ámbitos sociales es un valor en sí mismo. Por el contrario, si en Europa la televisión pública mantiene un respetable protagonismo social es porque la tradición europea entiende que hay campos como la educación, la sanidad o los grandes medios de comunicación social que requieren algún tipo reequilibrio público.
De otra parte, la despreocupación de la televisión pública de Irlanda (Radio Telefis Ëireann) por el cultivo del gaélico es claro reflejo del escaso interés que los irlandeses en general dispensan a su lengua nacional. Como la amplia oferta televisiva en catalán es fruto de la buena salud que el idioma disfruta en Cataluña, mientras que la existencia de ETB1 y ETB2 --y su desigual presencia social-- es prueba fehaciente de la distinta implantación del euskera y del castellano en el seno de la sociedad vasca.
Precisamente, que yo sepa, Euskal Telebista es la única televisión del mundo concebida y organizada internamente para trabajar paralelamente en dos idiomas. No sólo porque ambas lenguas --euskera y castellano-- tienen acomodo bajo el mismo techo, ni tampoco porque respondan ante una misma dirección, sino porque, además, dispone de profesionales y equipos de trabajo que día tras día utilizan ambos idiomas como lengua de trabajo y para su emisión en dos canales distintos. Se podrá discutir si es o no el mejor modelo organizativo, pero no cabe la menor duda de que es el más integrador, fiel reflejo del alto nivel de integración del conjunto de la sociedad vasca.
Muy otro es el modelo de la televisión pública belga. Por un lado, la RTBF (Radio Télévisión Belge de la Communauté Française), exclusivamente en francés, y por otro la VRT (Vlaamse Radio- en Televisieomroep), únicamente en neerlandés o flamenco. Ambas tienen su raíz en el proyecto conjunto propiciado en 1960 por Paul-Henri Spaak, uno de los padres de la Unión Europea. Las dos cadenas comparten sede en el número 52 del boulevard Reyers o Reyerslaan, en Bruselas, aunque con dos puertas de entrada distintas que dan paso a dos mundos en nada coincidentes: dos puertas, dos direcciones, dos organizaciones, dos economías, dos plantillas, dos redacciones, dos comunidades y, por si algún día se produjera algún incendio, dos juegos de extintores.
La televisión pública belga, con sus virtudes y defectos, es el monitor donde día tras día se visualiza la implacable división entre dos comunidades lingüísticas que se dan la espalda. La televisión pública vasca, también con sus virtudes y defectos, es por el contrario espejo y visor de una sociedad bilingüe integrada. Cualquier parecido entre una y otra situación es mera ficción. Y el mérito de la comunidad vasca, con serlo de todos, es sobre todo de sus miembros bilingües, como no podría ser de otra forma.
Noticias de Gipuzkoa, 13.12.2007