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El resumen de la paz

amat 2007/04/02 13:51

En octubre de 1982 un reducido grupo de personas asistimos, en la Selva Negra alemana, a un curso intensivo de dirección de televisión. Studio Hamburg había recibido por parte del Gobierno Vasco el encargo de preparar a quienes, antes de fin de año, íbamos a dirigir las emisiones de Euskal Telebista.

Al término de los quince días, el director del curso, Herr Möller, nos encomendó la redacción de un informe que ofreciera al consejero de Cultura las claves del proyecto. Requerido sobre la extensión del texto, respondió: “lo más reducido posible”. No nos costó elaborar un breve informe de ocho folios, del que nos sentimos todos muy orgullosos. Sin embargo, para nuestra sorpresa, a Herr Möller le pareció excesivo y, tras recordarnos que “un resumen es un resumen”, aseguró confiar en nuestra capacidad profesional para reducirlo a la mitad.

Heridos en nuestro amor propio, quita por aquí quita por allá, en apenas una hora nos presentamos de nuevo con nuestros cuatro folios. La sorpresa inicial se convirtió en asombro cuando Herr Möller apuntó que el consejero de Cultura, Ramón Labayen, era hombre capaz de captar el fondo de la cuestión en un folio. Con la autoestima por los suelos volvimos a la redacción, tratamos de reducir lo irreducible y, contra pronóstico, fuimos capaces de resumir en treinta líneas todo un curso de dirección que nos había ocupado quince días.

No terminó ahí la cosa. Herr Möller examinó con atención el nuevo texto, alabó nuestra capacidad de síntesis pero nos desafió a resumirlo en un único párrafo, lo que sin duda facilitaría que el consejero de Cultura pudiera reproducirlo en el Parlamento. Quince días en un párrafo... ¿sería posible? Lo fue. No estábamos dispuestos a amedrentarnos y, como si de un reto personal se tratara, al rato teníamos ya el párrafo sobre la mesa de Herr Möller. Lo miró, se abanicó con él y añadió: “Son Vds. buenos. Sin embargo, supongan que el Sr. Labayen tuviera que decírselo al lehendakari Garaikoetxea en unos segundos y en los pasillos del Parlamento, en ese preciso instante en que llaman a votar... Busquen la frase. Consíganla”.

Vaya si la conseguimos. Estábamos tan ensimismados en aquel desafío que no éramos concientes de ser víctimas de un juego pedagógico. Dimos con la frase que recogía todo el saber de quince intensivos días y nos presentamos en el despacho de Herr Möller como quien es portador de la piedra filosofal. Pero nuestro pasmo y estupor estaban por llegar. El desconcierto fue mayúsculo cuando el profesor acarició las puntas de su pajarita y con un amago de sonrisa irónica nos dijo: “No está mal... Pero quizá una sola palabra sería suficiente. ¿No lo creen Vds. así?”

Puede parecer imposible, pero no nos constó dar con ella. Estábamos ya entrenados para un continuo ejercicio de minimalismo constante. Y la palabra superviviente tras las sucesivas eliminaciones resultó ser: DINERO. Si, dinero era la palabra clave de la última frase, que a su vez estaba recogida en el párrafo, que no era más que el resumen del folio, contenido en los cuatro previos, contemplados más ampliamente en los ocho de la redacción inicial de un curso de quince días.

El curso había conseguido su objetivo. Había logrado que metabolizáramos el calado económico del proyecto en el que nos estábamos embarcando. Que estaba bien el ideal político, el deseo de contar con medios informativos públicos propios, la defensa de la cultura, la promoción del euskera y todo eso. Que la tecnología era fundamental, los medios de producción necesarios y el factor humano consustancial al proyecto. Pero que, por encima de todas aquellas cuestiones sin duda importantes, la dirección debía ser consciente de que la televisión era un medio que iba a exigir del erario público importantes presupuestos y una eficaz gestión económica.

Seguro que a estas alturas el lector se preguntará sobre la relación entre el título de este artículo y el curso de Studio Hamburg. Nada y todo. Nada que ver entre la paz y el curso televisivo, pero todo que ver entre la necesidad de sintetizar las ideas y el sentido último de la paz. De hecho, el consultor alemán no sólo nos enseñó a descubrir la clave económica que perseguía el curso de dirección, sino que nos dotó de un método para separar el trigo de la paja, para profundizar sobre lo que está detrás de las palabras. No todos entendemos lo mismo ante los mismos términos. El concepto de pareja lo mismo puede sugerir la idea de matrimonio, amor, sexo, hijos que divorcio. Para algunos la política puede ser sinónimo de poder o interés, mientras que para otros de entrega y compromiso. La cuestión está en aplicar el método de la eliminación continua para alcanzar el sentido último de la paz.

Todos hablamos mucho sobre la paz. En Euskadi llevamos escritos al respecto bastante más que ocho folios. Quizá es hora de que apelemos al método de Herr Möller y, por encima de tanto metalenguaje, tanto ruido mediático y tanta retórica seudo-revolucionaria, tratemos de elaborar un informe sobre la paz limitado a una sola palabra. Seguro que para algunos la paz suscitará ideas de victoria, rendición o venganza. Para otros puede que suene a víctimas y presos. No faltarán quienes la interpreten como territorialidad o autodeterminación. Y si el resumen de los resúmenes fuera simplemente... paz?

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