Errutina mortalian nabigatzen
Oso kutsu pertsonaleko ipoiñak. Tonika orokor bat dago: protagonista guztiak gaztarua pasauta dake, ez askogaittik, eta teorikoki “asentauta” egon bihar garan aro horretan pasatzen dittuez beriak. Errutinia. Asfixia. Frustraziñua. Egoera dramatiko xamarrak izanda be, dana umore fin eta sarkastikoz kontauta dago, irakorketia gozamena bihurtuta.
Ipoiñik inpresionantiena, duda barik, “La vida sencilla”, leiho indiskretutik katalejuakin begiratu zalia dan tipo arruntana.
“Una memoria frágil” izenekuak grazia haundixa egin zestan. Hona zati bat:
“No, no me gustan los donostiarras. Siempre tienen que parecerlo, parecer donostiarras, quiero decir. Hasta cuando no son guapos resultan atractivos los donostiarras, y hasta los que no son muy listos tienen un no sé qué de donostiarra que queda francamente seductor. Además, conocer a un donostiarra es sembrar en uno mismo una hectárea de sospechas enfermizas. Porque a partir de entonces todo se remueve en una vorágine de preguntas: ¿Quién es este donostiarra? ¿Desayunará todos los días en la terraza de su casa junto al mar el donostiarra? ¿Tendrá una novia francesa el donostiarra? ¿Oirá los discos de Miles Davis y Stanley Jordan –a los que ve en persona en verano- el donostiarra? ¿Frecuentará el hipódromo? ¿Tomará café en el Hotel María Cristina? ¿Tendrá un velero? ¿Pero qué es lo que hace aquí este maldito donostiarra, perdiendo el tiempo entre nosotros, en vez de darse un paseo por la bahía en su motora?”